martes, 24 de enero de 2012

Lyon, ciudad de luces, imprentas, imágenes y títeres

La ciudad de las luces

Fiesta de las luces en Lyon
Algo debe haber en las esencias de esta ciudad situada en la confluencia de dos de los grandes ríos de Francia, el Rhône y la Saône, para que en ella hayan florecido las artes de la reproducción imaginaria, ya sea con palabras, luces, letras o imágenes. Próspero centro cultural en el Renacimiento –Lyon fue un importante lugar de impresión dónde se imprimeron obras como el  Gargantúa y el Pantagruel de Rabelais–, destacó a finales del XVIII por su industria de la seda, y en el XIX, por haberse instalado en ella Antoine Lumière, quién creó, ya con la colaboración de sus dos hijos Auguste y Louis, una potente industria que inventó el cinematógrafo y, más tarde, la fotografía en color.

Siendo la segunda ciudad de Francia, existe en ella un impulso de proyección futurista que se percibe en el aire y en el mismo diseño urbano. Creo que Lyon es una de las ciudades del mundo con una mejor iluminación, no por exceso sino, al revés, por responder a un plan estudiado de diseño luminotécnico que, basado en la contención, el ahorro y el sentido común, deja que el día sea día, y la noche, noche. Un ejemplo de este esmero lo encontramos en el metro, cuya iluminación es voluntariamente tenue y coloreada según la profundidad de las estaciones. Cuando lo comparo con la agresividad de los fluorescentes de luz blanca del metro de Barcelona, ciudad que presume de mucho diseño, me sonrojo de envidia y de indignación.

Fiesta de las Luces en Lyon
Una de las razones de esta racionalización inteligente de la luz se debe, sin duda, a la acción de asociaciones como la Association des concepteurs Lumière et Eclairagistes. Supe de ella cuando en abril de 2006 asistí al encuentro “Des Hommes et des Ombres” organizado por el festival Moisson d’Avril. Laurent Fachard, un iluminador que empezó en el mundo del teatro y derivó hacia el urbanismo, nos explicó la nueva filosofía que se estaba intentando imponer, basada en dar la luz indispensable, sin derroche ni querer convertir la noche en día. Explicó como la nueva tecnología led (más los nuevos soportes de administración inteligente a través de la informática) permitía esta atenuación luminitécnica con un coste además bajísimo, con bombillas que pueden llegar a durar décadas, y con muchísimas posibilidades de coloreación y por ello de crear atmósferas singulares, pensadas para cada lugar y hora del día. Nos mostró ejemplos de encargos que habían recibido, como el mismo metro de Lyon, y algunas estaciones del metro de París, maravillándonos todos los presentes de la sutileza y el enorme sentido práctico y estético de las propuestas.

Lyon es una ciudad que se ha identificado con la temática luminotécnica, sobretodo porque contaba ya en su haber con una fiesta popular de origen religioso que se celebra desde antigulo consistente en un encendido masivo de velas en las ventanas de las casas que los vecinos hacen el 8 de diciembre. Con esta excusa, se escogió esta fecha para la Fiesta de las Luces que  se celebra actualmente y que acoge a millares de visitantes cada año. La implicación de la ciudad en el tema luminotécnico la ha llevado a crear la red LUCI (Lighting Urban Community International) que cuenta ya con 60 ciudades de todo el mundo (de España, tres únicas ciudades: Málaga, Valladolid y Burgos, ¡bien por ellas, y muy mal para las demás!) y que busca implantar esta nueva mentalidad ahorrativa y amiga de los ojos humanos.

El Museo de los Hermanos Lumière

Maqueta de la fábrica de los Hermanos Lumière
en Lyon Montplaisir.
Curioso que haya sido en esta “ciudad de las luces” dónde los hermanos Lumière desarrollaran sus inventos cinematográficos y crearan la pujante industria que revolucionó el mundo de la imagen y del arte. No podía, pues, dejar de visitar su museo, situado en la villa que ocupó la familia y en los mismos terrenos dónde antaño existieron los diferentes pabellones de la fábrica que los Lumière tenían en Lyon Montplaisir. Precisamente la primera película de la historia del cine tiene como argumento “La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir” (“Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir”), rodada unos días antes de que fuera presentada oficialmente en París el 22 de marzo de 1895.

Placa para linterna mágica, del Musée Lumière
La visita del museo no tiene desperdicio y recomiendo sobretodo ver el documental que se muestra en el pequeña sala de proyección dónde imágenes y palabras sitúan en su lugar todo lo que se ha visto durante la visita. Lo que más me impactó fue la inteligencia de los Lumière al decidir formar a un grupo de camerógrafos (unos doscientos) para mandarlos a filmar alrededor del mundo entero. Los resultados fueron absolutamente excpcionales, no sólo porqué estos pioneros del cine inventaron los primeros recuros del lenguaje cinematográfico (travelings, cámara móvil, primeros planos, medios y generales, cámara al suelo, etc) sino porque además pusieron por primera vez en comunión imágenes de la vida cotidiana de mil rincones del paneta, pues las películas viajaban de un lugar a otro, y porque además de filmar, proyectaban en lugares públicos lo que habían filmado allí y allende, de modo que en poquísimo tiempo –apenas un año después de patentarse el invento– ya había teatros de proyección abiertos en Tokio, Shangai, Nueva York… De estos cineastas de primera hornada destaca la figura de Gabriel Veyre, al que el Museo consagra varias salas: filmó en México, Japón, Indochina, Canada, Egipto, Marruecos… Hizo películas y fotografías, dejando una documentación completísima y exhaustiva de aquellos primeros tiempos del cinematógrafo. Sus últimas fotografías en color de escenas marroquís –murió allí, al parecer muy bien acomodado en este país– son extraordinarias.

Placa Autochrome hecha con técnica
Lumière en la que aparece un titiritero
en su taller
¿Cómo podía competir el teatro de títeres y de sombras con aquel nuevo lenguaje que en seguida se convirtió en arte y en industria, y que se expandió por el mundo como si fuera la mismísima pólvora? Claro que se perdía una dimensión, pues con los títeres y el teatro se mantienen las tres de la visión normal y directa, pero al reducir sus planos de realidad, los aumentaba en la ilusión, gracias a los artilugios de la reproducción mecánica de las imágenes fijas que, al pasar a la velocidad de 24 imágenes por segundo, adquirían visos de realidad. Se entiende que a principios de siglo XX, cuando estos nuevos lenguajes aparecieron y cobraron auge, las formas tradicionales de animación de imágenes quedaran relegadas a “cosas de niños”. Algo parecido ocurrió, cuando la Razón se impuso al Mito, el cual quedó relegado a “cosas para niños o ignorantes”. O, cuando las pirmeras formas del arte neolítico y de la Edad del Bronce empezaron a crear sus estatuas gigantescas, sus templos y sus sofisticadas pinturas murales, sus contemporáneos miraran las arcaicas pinturas rupestres como “cosas de niños, de los de antes”.

Y sin embargo, hoy que el cine ha derivado hacia el video, y que cada individuo de nuestra especie puede disponer de su propia cámara de fotografiar, de filmar e incluso de montar y proyectar, precisamente hoy vuelven a valorarizarse estas “cosas para niños”, como son las pinturas rupestres, los viejos mitos y el mundo de las leyendas,  así como los viejos lenguajes, hoy innovadores y asociados a las vanguardias y a las nuevas tecnologías, del teatro de figuras animadas que es en definitiva el teatro de títeres y de sombras.

El Museo de la Imprenta

Volvamos a Lyon. Hemos hablado de imprentas y aconsejable es visitar su Musée de l'Imprimerie, uno de los más impactantes en su género, dónde la evolución de la imprenta está visual y completísimamente explicada. He aquí otra manera de proyectar imágenes, en este caso directamente en las pantallas interiores de la imaginación humana, a través de estos signos escuetos y simples pero cuya potencia combinatoria, asociada a la sonoridad del lenguaje hablado, nos permite viajar y ver mundo sin salir de uno mismo ni del sofá de casa. Podríamos calificar a las letras y a las palabras como esos hilos invisibles que los autores, titiriteros ocultos, manejan para mover a sus criaturas en nuestra imaginación. De hecho, letras y palabras son la pasta con la que el titiritero crea sus realidades, y los hilos tal vez los ponga el impresor, encargado de levantar los andamios del pequeño teatro de la representación interior. Antes de la imprenta, se encargaba de ello el amanuense que hacía los libros a mano. Luego, a partir de 1450 y tras los inventos de Johannes Gutenberg, lo haría el tipógrafo con la ayuda de las primeras máquinas de impresión. No es de extrañar que algunos titiriteros hayan convertido las letras en títeres, como hace el catalán Jordi Bertrán en su espectáculo “Poemes Visuals”.

El Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon

Guignol utilizado por les Zonzons
Pero es hora de regresar a los títeres de verdad, de los que la ciudad de Lyon esá bien provista, como el lector sabe perfectamente. Tres son los teatros fijos que abren regularmente y ofrecen funciones de Guignol: el Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon, regentado por la compañía Les Zonzons y que dirige Stéphanie Lefort; el Théâtre la Maison de Guignol, asociado a la tienda “Petit Musée Fantastique de Guignol” perteneciente a la familia Cardelli, en cuyos bajos se encuentra un pequeño pero muy simpático y atractivo museo dedicado a Guignol; y el teatro de Guignol “Un Gone de Lyon”, Salle la Ficelle, en la Croix-Rousse de Lyon (el antiguo barrio de los canuts u obreros de la seda) que dirige el veterano titiritero Daniel Streble. Seguramente hay aún más compañías existentes en Lyon, pero éstas son las que pude localizar aunque se me escapó la tercera, pues no tuve tiempo de asistir a ninguna representación del señor Streble.

El Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon es el oficial de la ciudad, propiedad del Ayuntamiento y dispone de un impresionante fondo de cientos de títeres antiguos, la mayoría del siglo XIX. Está regentado por la compañía Les Zonzons que dirige Stéphanie Lefort, buena amiga mía con la que creamos en su día el Réseau Ombres et Marionnettes de la Méditerrannée. Su mayor empeño es poner al día y actualizar los viejos repertorios, así como introducir nuevas formas de actuación con los títeres. Su antiguo director artístico, Filippe Pauchère, se encuentra actualmente desarrollando proyectos exteriores en Madagascar (de dónde es originario) y en otros lugares del mundo. Para substituirlo, la compañía ha contratado al Cyril Bourgois para llevar a cabo este proceso buscado de renovación estilística. Eso significa que sus espectáculos a veces se escapan de la tradición e introducen “salidas del retablo” y otros recursos del moderno teatro de marionetas.

Julie Doyelle y su títere charlando con los niños
En esta línea está la obra que vi el sábado 21, “Guignol part en impro”, es decir, Guiñol se embarca en improvisar, para la que han colaborado con una compañía de Lyon especializada precisamente en teatro de improvisación, con dirección de Julie Doyelle, de Et CoMPAGNiE - Théâtre Spontané. El punto de partida del espectáculo es particularmente arriesgado, pues su argumento se fragua a partir de los deseos y la participación del público, de modo que cada representación es diferente según sean estas aportaciones. Claro que el truco está en tener el oficio suficiente para “manipular” esta participación, afín de  conducirla hacia lugares propios pre-establecidos por dónde pueda desarrollarse una acción escénica creíble. Julie Doyelle, actriz conductora del espectáculo, conoce estos recursos y condujo al público por unos senderos en los que actores y títeres se van substituyendo, en un constante entrar y salir del interior del retablo. Partiendo de las ideas propuestas por los niños del público, los distintos personajes, con Guignol de protagonista, fueron saltando de escenario en escenario –cuyos decorados eran a su vez dibujos hechos por los niños en los minutos de espera antes del espectáculo, proyectados desde un retroproyector–. El resultado resultó especialmente satisfactorio para los niños y el público asistente, que se sentían muy partícipes de todo lo que ocurría en el escenario, pues en efecto de ellos habían partido las líneas maestras del mismo, según pensaban. Los aplausos y el interés por estar cerca de los títeres al acabar la obra fueron el mejor aval de esta propuesta tan arriesgada como singular.

Títeres antiguos de la companyia Théâtre de Marionnettes
Guignol de Lyon
Tras el espectáculo, me colé por los interiores del teatro y pude ver la impresionante colección de títeres antiguos que posee el teatro. Saqué algunas imágenes de los mismos y pensé en la riqueza de este patrimonio del que la ciudad de Lyon es propietaria y que constituye una singularidad de la que aún no le ha conseguido sacar todo su jugo publicitario. Pues aunque la figura de Guignol aparezca con bastante profusión en restaurantes, bares y carteles, y  esté bien representada en el Musée Gadagne, creo que todavía no le han sabido otorgar el verdadero valor que tiene. Tal vez las actuales autoridades lo vean como algo “demasiado pequeño”, incluso “demasiado provinciano”, pero ello no es obstáculo para precisamente resaltar lo pequeño frente a lo grande, en unos momentos como los actuales, en los que lo más ínfimamente local se carga de valor frente a lo global, para poder crear con fuerza suficiente esta tensión local/global, destinada a ser uno de los principales recursos del futuro.


El Théatre des Marionnettes Guignol de Lyon es también quién organiza el fesival Moisson d’Avril , la Biennale Internationale des Marionnettes, que toca celebrarse este año 2012 desde el 29 de marzo hasta el 14 de abril. Una importante cita titiritera que dirige Stéphanie Lefort y que reúne periódicamente a las mejores compañías del género, siempre con exposiciones y actos paralelos en colaboración con otras instituciones teatrales de la ciudad, como la misma Ópera de Lyon.

La Maison de Guignol y la tienda-museo-taller Cordelli

Guignol y cabezas construídas por Damien Weis
El viernes 20 acudí a una de las representaciones de La maison de Guignol, el otro teatro situado también en la zona vieja de la ciudad y que presentaba un interesante espectáculo para adultos de Guignol, con referencias directas a la actualidad. Su título es “Aulas à Collomb: Décines moi un grand stade”.

Hay que ser lionés o al menos estar enterado de una de las problemáticas locales que más polvareda han levantado en los últimos tiempos para entender la obra: la construcción de un nuevo estadio de fútbol (el Stade des Lumières) en la zona llamada Décines, para la celebración del Campeonato Europeo de Fútbol UEFA en 2016. Una decisión tomada (y ya definitiva hoy) por el Presidente del Grand-Lyon Gérard Collomb con el apoyo y la estrecha colaboración de Jean-Michel Aulas, presidente del Club Olympique Lionnais, decisión muy polémica por las consecuencias ecológicas y medioambientales que tendrá. La obra satiriza a estos dos personajes, convertidos en títeres, con intervención incluída del Arzobispo de Lyon, partícipe de la confabulación, junto a otros personajes locales de Décines: una vieja vecina que siempre está esperando a algún Don Juan, y tres animales vecinos del lugar, muy preocupados por tener que cambiar de zona.

Polichinelle presenta la función
Lo interesante es la forma general del espectáculo: empieza un magnífico Polichinelle presentando la obra y los personajes. Siguen luego Guignol y Gnafron, quiénes repasan la actualidad, con tintes a veces bastante chovinistas y antieuropeos y desde luego anti Sarko y anti Hollande, calificados ambos como títeres de Bruselas o de Madame Merkel. Y luego sigue la farsa política, con momentos bastante graciosos de improvisación. Como puede verse, un viejo teatro político de cabaret puesto al día, que enlaza con la tradición del Guignol de antes, cuando se representaba en los cafés. El único peligro es que buscando la complicidad del público, se caiga en tópicos populistas, algo muy fácil hoy en Francia, cuando se vive un creciente sentimiento antieuro y antieuropeo.

La manipulación es muy buena y las voces de grandes profesionales. El teatro pertenece a la tienda que se encuentra en el número 6 de la rue Saint Jean y que constituye un pequeño paraíso para los que aman el merchandising de las cosas titiriteras –como confieso me ocurre a mi. En ella se venden Guignols de todo tipo y para mútiples usos. Dispone además de dos complementos de sumo interés: en los bajos del edificio, la familia Cardelli ha creado un pequeño y recoleto museo de marionetas y de Guignol, con algunos autómatas y con escenas que reproducen la historia del personaje. Muy elocuentes son dos figuras de medida real que representan una a Laurent Mourguet, en pleno trabajo de arranca-muelas, con un títere en una mano (un viejo y hermoso Polichinelle) y una muela en la otra, y la figura de un pobre cliente que, con la camisa manchada de sagre y cara de sufridor, contempla al Polichinela que intenta distraerle. A su alrededor, profusión de Guiñoles de todos los tamaños, de teatrillos, de carteles, de escenas con Gnafron o con los demás personajes de repertorio, y de otras muchas marionetas que pertenecen al mundo de la fantasía, de los cuentos o incluso del cine infantil. Algunas de estas escenas están animadas por motores ocultos y el característico ruido de los autómatas llena el espacio dotándolo de un aire entre misterioso y siniestro, como lo es siempre el sonido del movimiento humano mecanizado. Su visita es pues una maravilla y aunque el espacio sea pequeño, vale la pena meterse por la trastienda y bajar los escalones que llevan al sótano.

Damien Weis con sus títeres en el taller de la Rue Saint Jean
Junto a la tienda, está el taller, en el que trabaja desde hace un año el nuevo escultor de la compañía, llamado Damien Weis, un joven artista de elegante barba y refinado bigote daliniano acabado en punta, que es el encargado de restaurar las viejas marionetas de la compañía y de crear las nuevas. Obra suya son las cabezas de los políticos satirizados en la obra de la Maison de Guignol, verdaderas obras de arte de talla de madera de tilo muy bien realizadas, dotadas de un extraordinario realismo. Se le puede ver a través del escaparate del taller esculpiendo manos y cabezas, rodeado de Guiñoles y de otras muchas figuras salidas de sus manos. No cabe duda que la visita al conjunto creado por los Cardelli, la tienda, el museo, el taller y el teatro, todo ello dedicado a Guignol, constituye uno de los puntos álgidos de una estancia titiritera en la ciudad de Lyon.

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