lunes, 3 de octubre de 2016

La óptica de Polichinela


Procesión de Robertos, Museu da Marioneta de Lisboa.
(text en català aquí)

Cuando terminé de escribir mi libro de Rutas de Polichinela por las ciudades y los títeres de Europa, comprendí que el personaje, este héroe polimorfo y polisémico protagonista de mi empeño, no sólo era la cara de una familia de marionetas, sino también una óptica. Una lente muy poderosa que a través de los años he ido modelando con la práctica y los viajes, y que tiene una doble facultad: la de alejarte y la de acercarte a la realidad. Unas veces nos permite ver el mapa europeo e incluso mundial con sus rostros distribuidos por países y continentes; otros, al contrario, nos enfoca micro-realidades comarcales y aldeanas, por lo que las rutas deben hacerse más a pie o en coche que a golpe de avión.

Si Europa fue el escenario de mi primera aventura en el uso de la lente, ahora toca acercarse a realidades más cercanas, para quitar todos los frutos y todo el néctar analítico y visionario que nos permite la mirada de Polichinela. Y si nos replegamos en el método, también debemos hacerlo en la geografía. De ahí que la Península Ibérica, vista como un todo que el perímetro costero unifica con el tapón de los Pirineos, y que la historia y la cultura diversifican ad infinitum, sea un paraíso para alguien como Polichinela, a quien le gustan los contrastes así como encontrar a sus dobles en rostros, vestidos y costumbres diferentes.

La diversidad une, decíamos en nuestro libro anterior. Y, al revés, lo que une, separa.

Esta magnífica paradoja, que en el futuro deberá convertirse en el abc de la civilización de los sapiens evolucionados, encuentra su mayor ejemplo de realización conflictiva en la Península Ibérica.
Es casi un paraíso de la disyuntiva unión/separación. Los que gustan de estas curiosidades de la dependencia humana, pueden deleitarse con este magnífico festival continuo de las pulsiones que conviven en la variedad. La Península Ibérica aparece así como una gran olla en ebullición siempre a punto de unirse y de disgregarse, y que si no se inclina hacia una u otra dirección, es porque la terquedad del suelo, de la gente y de las costas lo impide.

Objetos del Rastro de Zaragoza.
A nuestra peculiar lente visionaria no le interesan tanto los aspectos políticos del caso, que los hay y son muchos, sino los polichinescos. La farsa, el sainete y la caricatura, la sorna y la extravagancia, el disparate y la ocurrencia, el contraste y el claroscuro, son fruto siempre de una angulación especial de la mirada. Nos fascina esta dinámica pendular entre lo que une y lo que separa, acerca y aleja, con sus efectos múltiples de distorsión. Viajar por la Península es un constante pasar de un estado de sorpresa a otro de estupor y de admiración, como si el suelo ibérico infundiera a sus inquilinos imperativos de singularidad diferenciada.

Una óptica, la Polichinela, que es el instrumento de nuestra indagación, al que le intentaremos sacar el máximo provecho en estas nuevas Rutas de Polichinela por el Mosaico Ibérico.