jueves, 30 de mayo de 2013

Paseo titiritero por Lisboa

El Festival Internacional de Marionetas e Formas Animadas de Lisboa (FIMFA) nos trae de nuevo, como cada año por otra parte, a Lisboa, la ciudad donde empezaron y nacieron estas Rutas de Polichinela.
La sensación de que el tiempo no pasa o, más bien, de que pasa a otras velocidades y con una calidad distinta a la habitual, me embarga nada más pisar la calle. Tal vez también influye la luz del día, con esa nitidez atlántica que huele a los grandes espacios. Me alojo en el piso que los amigos de A Tarumba, Rute Ribeiro y Luís Vieira, tienen para artistas residentes en la Rua da Boavista, y desde la ventana donde escribo estas líneas se oyen pasar de vez en cuando las antiguas carrocerías de los tranvías, que a pesar de los años, siguen trotando tan alegres. En Barcelona hace tiempo que se desprendieron de ellos, pues mi ciudad es de las que no soportan lo viejo, aunque luego vivan de ello y acaben inventándose mil formas de rehacer lo deshecho... Al ser los ritmos vitales de la ciudad de Lisboa muy suyos, de longitudes de onda más bien estirados, cuando se dispusieron a eliminarlos se dieron cuenta de que los tranvías constituían un reclamo turístico de primer orden y que lo tenían además gratis. Prevaleció el cálculo de intereses y la inteligencia, y hoy Lisboa es una de las poquísimas ciudades de Europa que gozan todavía de estos ancianos y elegantes medios de transporte eléctrico –para los que el Tiempo parece no tener prisa.
Roberto de Manuel Rosado. Museu da Marioneta.
Roberto de Manuel Rosado. Museu da Marioneta.
Roberto de Joaquim Pinto. Museu da Marioneta.


El FIMFA de este año, a pesar de los recortes, presenta una programación de lujo. Para los interesados en ella, me remito a los artículos que se van publicando en Titeresante y en Puppetring. Para la programación entera del Festival, vean aquí su página web.

En lo que concierne a estas Rutas de Polichinela, uno de los objetivos de mi visita es concretar con María José Machado Santos, directora del Museu da Marioneta de Lisboa, la edición en portugués del libro de estas Rutas de Polichinela. El Museu ya publicó en su día la versión portuguesa de mi libro Malic, La Aventura de los Títeres, y ahora está también muy decidido a publicar el libro sobre ciudades y títeres. Pronto deberé entregar el manuscrito, de modo que los procesos de van acelerando.

Aprovecho como siempre para dar un vistazo a las salas del Museo y regodearme con las colecciones que conozco muy bien pero que siempre me sorprenden. ¿Será porque últimamente he visitado varios museos europeos (como el Stadtmuseum de Múnich o el Figurentheater Museum de Lübeck) y gozo por ello de otras perspectivas que me ofrecen nuevos ángulos de visión para ver a los Robertos? Piezas todas ellas excepcionales. Vean el reportaje fotográfico pubñlicado en Puppeting clicando aquí.

Antonio Ribeiro "Chiado".
Salgo a la calle y me dirijo al Chiado para saludar a esos viejos conocidos que habitan allí en la intemperie. Camõens, bien instalado en su alto pedestal en medio de la plaza llamada como él. El señor Chiado (cuyo nombre verdadero es Antonio Ribeiro, poeta del siglo XVI) que da nombre al barrio (y que los lisboetas apenas conocen de tanto verlo en su sitio), situado en un pedestal menos alto. Y, desde hace unos cuantos años, les acompaña un Fernando Pessoa a ras de suelo muy hierático, joven y algo delgado, sobre cuyas rodillas se sientan a veces algunas turistas para la foto, con más de algún beso furtivo, para martirio del pobre y casto Pessoa, que no sólo debe aguantar lo que para él sería inconcebiblemente impúdico, sino también tragarse todas las horas de música de los espontáneos que se instalan a diario en sus propias barbas, con músicas chillonas de los cinco continentes. Una tortura sin duda para este trío de armas tomar de las letras portuguesas: el primero, su poeta nacional. El tercero, considerado por él mismo –y reconocido hoy por todo el mundo– como el Nuevo Camõens. Y el segundo, Chiado, llegado a la posteridad gracias a su fama de chistoso y a su facilidad por imitar a los demás.


Pesco un tranvía, el 28 creo, y me apeo en la zona del Castillo, muy querida por mi pues me trae agradables recuerdos de los antiguos tiempos vividos en Lisboa. Tras comer en el modesto restaurante Sant André, subo por las callejuelas que bordean el Castillo, cruzo el Patio de Dom Fradique, este raro solar medio abandonado con ruinas que parecen de un cuartel abandonado, y al entrar en el túnel que da a la casa señorial que hay arriba, tropiezo con un monstruoso objeto negro que cuelga en el espacio, como suspendido en el vacío.Me aproximo y poco a poco voy viendo que no es una alucinación sino una especie de objeto artístico allí colgado. Quizás el artista que lo hizo se sacó un mal sueño de la cabeza, de esos que son tan gordos que deben ser extraídos, lo dobló bien doblado y lo dejó allí colgado, quedándose descansado para el resto de su vida. En realidad, absorto como estoy en el tema de los objetos, esta aparición me ha parecido muy oportuna e inspiradora. Al salir del patio donde se encuentra, y haciendo en cierto modo juego con la masa negra amorfa, veo el viejo urinario, llamado en portugués urinol, que sorprende a todo el mundo, pues ya no se estilan en las ciudades modernas.

Es tan insólito este utilísimo elemento de mobiliario urbano, que todos los turistas le sacan foto, a los que yo me sumo sin recato alguno. Una muestra más de la inteligencia estratégica de los lisboetas, que saben perfectamente lo que es rentable y lo que no. En las ciudades modernas se considera de mal gusto orinar en la calle, aunque sea en un lugar con desagüe y con una media pared para cubrir al ejecutante, como antes se hacía, pero si estás con necesidad, la alternativa que te ofrecen hoy en la mayoría de las ciudades del mundo es hacértelo en los pantalones…

Igreja de Santo Domingos
Desciendo a la Baixa y en la Plaza Figueroa constato con alivio que el Hospital de Bonecas sigue en su sitio. Vean aquí el reportaje quededicamos en Titeresante hace cosa de un año a este verdaderohospital para muñecas. Luego recalo en la Igreja de Santo Domingos y me dejo impresionar como siempre por su interior apocalíptico, con sus columnas lamidas por el último incendio que asoló la iglesia en los años cincuenta, y que me traslada por unos instantes al fondo de las aguas oscuras de los océanos del Inconsciente. La restauración que se hizo de esta iglesia es una de las cosas más hermosas que pueden verse en Lisboa.

Kasrperl de la colección de A Tarumba.
Entro en el Teatro Nacional D.Maria II para ver la exposición de títeres que A Tarumba ha instalado en la Librería del Teatro. Magnífica colección de títeres de finales del XIX o principios del XX construidos en Alemania para el consumo doméstico de los niños, con representación de los personajes habituales en las obras del Kasperl de guante: el policía, el payaso, el diablo, el mismo Kasperl en distintas versiones, lo que parece ser un Punch y su esposa Judy, y otros muchos. Las piernas tan finas que les cuelgan del cuerpo indican su procedencia alemana o al menos norte europea. Alguno de estos jesters podría ser perfectamente un Mester Jakel danés.


Clown de la colección de A Tarumba.
Adjunto algunas imágenes que pude captar de la exposición, que completan la serie de jesters que aparecen en este blog de Rutas de Polichinela.


En el Teatro Nacional ponen estos días un Fausto a partir de los textos de Fernando Pessoa y de Christopher Marlowe, en una versión de Maria Mendes y Francisco Salgado. Me gustaría verla, pero no sé si tendré tiempo...


Paseando por la Baixa, tropiezo con una tienda de la Rua da Madalena (número 87) especializada en artesanía portuguesa de la de verdad. Entro y me quedo embelesado ante las hileras de figurillas de barro que representan a monjes, diablos y muchos curas y monaguillos en procesión. No por nada la tienda se llama Santos Oficios. Al fondo, en un altillo que se usa para despacho, descubro una hermosa marioneta de una cierta altura, un metro quizás, sostenida por una vara de hierro en la cabeza, como eran en los siglos XVI y XVII las marionetas de las Máquinas Reales que se hacían en España y también en Portugal. Es un fraile, muy bien hecho y con un curioso mando de hierro muy bien pensado. Un hilo permite mover su boca articulada.

Marioneta de José Carlos Barros.
Pregunto, y el señor Homero Cardoso, el dueño de la tienda, tras habernos mutuamente presentado y charlado un rato, me indica que no está en venta. Pertenece a una serie de marionetas hechas por el titiritero y constructor José Carlos Barros para la película “O Judeu” de Jon Tob Azulai realizada en 1994 con marionetas para la televisión.

Película sobre la vida de Antonio José da Silva, más conocido como O Judeu, escritor de varias óperas para marionetas que fue ajusticiado (“relajado en carne” según la terminología inquisitorial, es decir, agarrotado) por la Inquisición en un Auto de Fe el 18 de octubre de 1739. El señor Barros regaló esta pieza a la tienda, y ahora se ha convertido en casi el símbolo del establecimiento. ¡Increíble, pienso, todo encaja en este paseo!

La Igreja do Carmo desde el Rossio.
Juntando los Robertos del Museu da Marioneta, las tres estatuas literarias del Chiado, las columnas comidas por el fuego de Santo Domingos, los jesters expuestos en el Teatro Nacional, y ahora esta marioneta que bien podría ser como las utilizadas por el mismo O Judeu en el Teatro do Bairro Alto, ¡se obtiene casi una radiografía del capítulo sobre Lisboa de mi libro!

Acabo el paseo en la Plaza do Carmo, sentado en una terraza bajo los tilos. Al frente, la puerta cerrada de la Igreja do Carmo, ese otro monumento lisboeta a la nostalgia (templo nunca restaurado, con sus elegantes arcos góticos desnudos al viento). Hace fresco, pero es un placer descansar en este lugar donde un 25 de abril de 1974 empezó la Revolución de los Claveles, y un día de mayo de 2009 se me ocurrió la idea de embarcarme en estas Rutas de Polichinela. ¡Tenía que terminar aquí mi paseo!

lunes, 20 de mayo de 2013

Últimos días en Estambul. Conferencia en Kadiköy y El Museo de la Inocencia.

Cuesta dejar Estambul. Cinco días han sabido a poco cuando hay tantas cosas por ver y algunas para volver a ver. Ha sido un placer reencontrarme con Pablo Martín Asuero, director del Instituto Cervantes de Estambul, con quién nos une una larga amistad, así como a nuestro común amigo Gürsel Bulut (ver entrada de 2011), dueño de una tienda de lámparas en el Gran Bazar y gran aficionado al mundo del teatro de las sombras de Karagöz.

De izquierda a derecha, un amigo, Pablo Martín, Gürsel Bulut y yo mismo.
Como ya es habitual, nos encontramos en el café de fumadores que hay encima del Gran Bazar y allí, armados de un buen narguilé cada uno, charlamos sobre la ciudad y sobre la vida. Muy interesado quedé por saber más sobre el uso que algunas cofradías sufíes (llamadas tariqas) de derviches hacían del teatro de sombras, para contar las historias propias de esta corriente mística del Islam, antes de que los practicantes entraran en sus ceremonias de trance. Es una cuestión que Gürsel Bulut conoce de primera mano por habérselo explicado un antiguo miembro de una de estas cofradías. Me prometió mandarme un artículo sobre el tema, que publicaré de inmediato en Titeresante. También tiene pensado Gürsel reproducir las figuras de este viejo teatro de sombras místico, lo que sería realmente muy interesante.

El ambiente en el café era casi de ensueño. Hay que decir que la mayoría de los fumadores presentes eran comerciantes del Bazar o de la zona, que se tomaban unos minutos de descanso tras salir del ajetreo en el que se vive en esta parte de la ciudad, dedicada toda ella al comercio. Otros parecían instalados permanentemente en el lugar, recibiendo a amigos o quizás a importantes clientes. ¿Acaso el mundo de los ensueños -y el del teatro de sombras- no está íntimamente relaconado con el mundo del comercio? Mercaderes fueron los que trajeron de la lejana Indonesia a Egipto el teatro de sombras en la época medieval, teatro que luego pasó a Estambul donde surgió la figura de Karagöz y su peculiar forma de comedia satírica. Y un imperio básicamente dedicado a proteger el comercio de sus allegados, fue el turco. Los Sultanes pensaban en el poder, pero los comerciantes siempre han sido personas abiertas a las diferencias, con necesidad de hablar otras lenguas y conocer culturas distintas.

Interior del Grand Bazar
En realidad, el auge que está experimentando en estos momentos Turquía es un auge comercial y consumista de altos vuelos. En esta ciudad todo el mundo parece estar vendiendo o comprando algo. Los mercados que hay en la zona del Bazar y de Sultan Ahmed están a rebosar, pero también lo está la calle Istiklal, vía donde se encuentran las tiendas y las marcas mundialmente conocidas. Me contó Pablo que por esta calle que parece una serpiente que parte de Taksim hasta llegar a Tunel, ya muy cerca de la Torre Gálata, pasan cada fin de semana unos tres millones de personas. La vitalidad que rezuma es extraordinaria. Por las noches, parece una discoteca al are libre, con infinidad de bocas ansiosas de tragarse a los incautos paseantes. También Cengiz Özek, comentando la situación del país, me comentaba la actual primacía que existía del negocio y del comercio. Cuando los actuales políticos turcos hablan de lo Otomano con ganas de poner esta palabra y este concepto en el centro de su pensamiento internacional, quizás sueñen con los viejos días del Imperio, pero lo que en realidad hacen es convertir Turquia en un potente centro regional del comercio, entre Europa, Rusia, Asia y Oriente Medio.

El famoso Çiçek Pasaji, en la calle Istiklal.
En este contexto, no es de extrañar que Karagöz se encuentre cada día más cómodo y feliz, sobre todo cuando este truhán comediante dispone de un ambiente en la ciudad igual de cosmopolita que el de sus épocas doradas. Por todo ello, no me extrañaría que el proyecto de Özek de crear un museo-teatro dedicado al Teatro de Karagöz (ver la entrada anterior de este blog) se convierta en realidad mucho antes de lo que sospechamos.

Conferencia en Kadiköy

Me tocó el viernes 17 hacer mi conferencia sobre el mismo tema de este blog: Las Rutas de Polichinela. Es decir, hablar de los distintos personajes de la tradición y cómo se relacionan con sus ciudades respectivas. La conferencia tuvo lugar en Kadiköy, en el lado asiático de Estambul, lo que nos obligó a tomar unos de los ferrys que constantemente cruzan el Bósforo para llevar a la gente de un lugar al otro.

El señor Ahmed Meddah y la actriz Zinure, en el ferry.
Debo decir que es un verdadero placer, para quiénes no estamos obligados a hacerlo todos los días del año, cruzar el Bósforo con estos barcos viejos y atrotinados pero que cumplen tan magníficamente con su función. Me acompañaba el señor Sid Ahmed Meddah, escritor y titiritero de Argelia, quién quiso asistir a la conferencia, y la actriz de Estambul Zinure, la persona del Festival encargada de que llegáramos a nuestro destino sin perdernos por el camino.

La estación de trenes del lado asiático de Estambul
Fue un placer parar ante la estación de trenes del lado asiático, allí donde el Orient Express continuaba su camino por las tierras de Anatolia hasta llegar a Alepo, y de aquí bifurcarse hacia el Líbano la línea que llegaba hasta la ciudad de Haifa, pasando por Rayak y Beirut. La otra línea llegaba hasta Bagdad, con una derivación hacia Damasco. De esta misma estación al otro lado del Bósforo partí yo un día, en mi juventud, en dirección a la lejana Erzurum. Aventuras curiosas que un día deberé contar.

Edificio del Conservatorio, junto al muelle de Kadiköy
La conferencia se hacía en el Conservatorio llamado Kadiköy Haldun Taner Sagnesi, un edificio elegante y antiguo, quizás un lugar de entrada de mercancías en otros tiempos. Hoy acoge aulas de teatro, música y danza, así como un teatro para unas doscientas personas muy bien dotado humana y técnicamente.

Asistieron unas veinte y tantas personas, un número que puede considerarse bastante bueno por tratarse de una conferencia  especializada en títeres. Tanto yo como los asistentes quedamos muy contentos del desarrollo de la misma, con un buen intercambio de preguntas y respuestas al final.

Los espectáculos.

Ya hablé en mi anterior entrada de algunos espectáculos. Quiero mencionar aquí a la compañía Riserva Canini, de Italia, formada por Valeria Sacco y Marco Ferro, con su magnífico Talita Kum, así como el espectáculo Macbeth in the kitchen, de la compañía turca Kadro Pa. Pueden ver aquí una reseña de los mismos en el artículo publicado en Titeresante.  También muy interesante me pareció Hunger, de la compañía noruega TinkerTing, que cosechó uno de los más clamororos éxitos del Festival (ver artículo en Titeresante aquí). Me gustó mucho esta coincidencia formal de espectáculos como Hunger o Talita Kun, que siendo completamente diferentes entre si, exploran la dualidad del manipulador y su doble, representado por la marioneta. En los italianos, el riguroso y virtuoso proceso de un desdoblamiento visto en directo, y, en los noruegos, la disociada presencia de dos manipuladores para un único muñeco, con el personaje protagonista aquejado de una imposibilidad de vivir que lo lleva a la autodestruccón.

El Museo de la Inocencia.

Dediqué mi último día a visitar el Museo de la Inocencia, este raro museo de objetos que el escritor y Premio Nobel Orhan Pamuk ha creado en la calle de Çukurkuma. Debo decir que me esperaba algo especial, pero jamás sospeché que me entusiasmaría tanto. Y, tras leer el catálogo del mismo, a uno le entran las ganas de volver a visitarlo, ahora que se conocen algunas de las claves del mismo.

El museo en una esquina de la calle Çukurkuma
Curioso este pequeño y extraño museo que en apariencia pretende recrear el mundo de unos personajes de ficción, los protagonista del libro con el mismo título del Museo, mostrando los objetos que podrían definir y evocar cada uno de sus capítulos. Un museo que yo llamaría "de creación", el mundo creado por Orhan Pamuk con sus objetos encontrados a lo largo de los años y con los que compone toda una serie de "cajas" o "vitrinas" (83 en total), numeradas, con un título propio y que corresponden a los capítulos de la novela que lleva el mismo título de "Museo de la Inocencia".  Un museo, por otro lado, que también podría decirse que está dedicado al Tiempo en mayúscula.

La novela habla de la historia de amor de Kemal, un joven miembro de la burguesía de Estambul, por su pariente lejana Füsun. Lo que comienza como una aventura inocente y desinhibida, evoluciona pronto hacia el amor sin límites y después, cuando Füsun desaparece, hacia una profunda melancolía. En medio del vértigo que le producen sus sentimientos, Kemal no tarda mucho en descubrir el efecto calmante que tienen sobre él los objetos que alguna vez pasaron por las manos de ella. Así, como si se tratara de una terapia para la enfermedad que lo atormenta, Kemal se va haciendo con todos los objetos personales de Füsun que se ponen a su alcance.

La novela "El museo de la inocencia" es el catálogo novelado en el que cada objeto es un instante de su gran historia de amor. Es también una visita guiada por los cambios que han convulsionado a la sociedad de Estambul desde los años setenta hasta el día de hoy.

La calle Çukurkuma con el Museo a la derecha.
Y, como el mismo Orhan Pamuk confiesa en las páginas finales del Catálogo del Museo, "...; de pronto, miraba el mundo a través de sus ojos, desconcertado. Podría ser fácilmente Kemal. Podría contar mi historia como si fuera la suya, y la suya como si fuera la mía. Y cada vez que lo comprendía, sentía que no importaba demasiado qué voz era la de Kemal y cuál la mía. ¿Acaso los objetos nos nos recuerdan a ambos las mismas cosas?" Es decir, se recrea el mundo de Kemal, el personaje de la novela, que también es el de su autor, Orhan Pamuk.

¿No será la lejana Füsun una metáfora directa de la misma ciudad de Estambul, a la que tanto Kemal como Pamuk evocan con suma añoranza a través de los múltiples objetos que nos hablan de ella? Una ciudad perdida pero que sigue ahí, reclamando ser evocada por quienes en su día la conocieron bajo otras formas y colores...

Para mi, cada caja o vitrina es un pequeño teatrillo con sus cortinas abiertas, o semicerradas en algunas, en el que los objetos más las fotografías, algunos carteles y otras imágenes de época, forman distintas composiciones que dialogan con un título, con una situación imaginada, con una referencia novelesca o vital determinada, pero que en si son pequeñas obras de arte escénica, estáticas y mudas -aunque algunas "murmuran"- que sin embargo nos hablan claramente de una época, de unas emociones, de unos estados de ánimo, de una ciudad y de sus habitantes.

Catálogo del Museo.
Un museo que ya quisiéramos existiera en todas las ciudades del mundo. Aunque, y como dice su Pequeño Manifiesto para Museos, lo ideal es que cada persona se haga su propio museo en casa. Vale la pena citar algunos de los once puntos del manifiesto de Orhan Pamuk, porque sin duda establecen un antes y un después en la lógica museística del mundo. Dicen los puntos seleccionados (los cito en inglés, pues no dispongo de ninguna traducción autorizada al español):

3- We don't need more museums that try to construct the historical narratives of a society, community, team, nation, state, tribe, company, or species. We all know that the ordinary, everyday stories of individuals are riches, more humane, and much more joyful.

7- The aim of present and future museums must not be to represent the state, but to re-create the world of single human beings -the same human beings  who have labored under ruthless oppression for hundreds of years.

9- If objects are not uprooted from their environs and their streets, but are situated with acer and ingenuity in their natural homes, they will already portray their own stories.

10- Monumental buildings that dominate neighborhoods and entire cities do not bring out our humanity; on the contrary, they quash it. Instead, we need modest museums that honor the neighborhoods and streets and the homes and shops nearby, and turn them into elements of their exhibitions.

11- The future of museums is inside our own homes. 

Palabras que nos dan una idea de la radicalidad conceptual de este museo que en definitiva no es más que una entrañable y profunda reflexión visual sobre el tiempo y sus vivencias.

jueves, 16 de mayo de 2013

De nuevo en Estambul

Estas Rutas de Polichinela, es decir, yo mismo, ya estuvieron en mayo de 2011 en la gran capital del Sur de Europa en que se ha convertido Estambul. Poder regresar ahora, cuando el primer libro de esta serie que pretende tratar la relación entre Títeres y Ciudades está ya prácticamente terminado, es una suerte, pues me permitirá afinar en el último capítulo, que es el dedicado a esta ciudad.

Cengiz Özek, con Hacivad en primer plano.
Acudo invitado por Cengiz Ozëk, director del Istanbul Internacional Puppet Festival, para dar una conferencia, el viernes 17 de mayo, sobre el tema de este blog: Rutas de Polichinela. Y de paso veo alguno de los espectáculos del Festival y me pongo al día sobre los planes de Cengiz, un agitador cultural de los títeres como los hay poco.

El azar quiso que el primer espectáculo visto fuera precisamente "El Árbol Mágico", de teatro de sombras de Karagöz, un clásico ya de Cengiz Özek -lo ha representado más de 500 veces por todo el mundo- que conozco muy bien. Le pedí de verlo desde atrás, como ya he hecho en otras ocasiones, pues resulta un fantástico doble espectáculo ver actuar a Cengiz manipulando las sombras. También se le permitió el paso a la periodista y fotógrafa americana, Lois Parshley, entusiasmada porque pudo hacer un buen reportaje fotográfico. Yo también hice algunas fotos, que adjunto en esta entrada, pues explican muy bien la técnica del Karagöz.

 Al acabar la función, fuí con Cengiz a su Centro de Marionetas desde donde dirige el Festival, situado muy cerca de la plaza de Taksim y, en la sala de mandos del mismo, tuvimos una larga y agradable charla los dos con nuestro inglés macarrónico pero que permite comunicarnos muy bien.

Supe así que su plan de abrir en Istambul un teatro-museo de marionetas dedicado a Karagöz sigue adelante. Ha creado para ello una fundación llamada Istanbul Karagöz Puppet Fondation, herramienta indispensable para poder operar con ella en la dirección del teatro-museo. Su idea es hacerse con un par de edificios históricos de la época bizantina que se encuentran junto al Cuerno de Oro, al lado de otros edificios parecidos que ya se han destinado a museos y otros fines culturales, restaurarlos y convertirlos en el nuevo espacio soñado por Özek. Tan maduro está el plan, que ya tiene pensada la disposición de los espacios: en la planta sótano piensa poner el teatro. En la planta baja, la tienda y un taller permanentemente abierto.

El primero y segundo piso estarían dedicados al museo, centrado exclusivamente en Karagöz y en algunas tradiciones que le son afines (como las sombras de Java y de los Mamelucos egipcios de la Edad Media), y también piensa en otro espacio complementario para exposiciones temporales, de seis meses de duración, dedicadas a las tradiciones de países en concreto. Como puede verse, el Teatro Museo de Cengiz Özek ya existe en la imaginación de su creador, primer paso para que alcance la realidad.

En primer plano, la pandereta de Stefan Carelius, ayudante musical
y rítmico de Cengiz Özek.
Por la noche pude ver un espectáculo turco de la compañía Kocaeli Sehir Tiyatrosu, muy bien manipulado con unos curiosos títeres medio de guante pero de cuerpo entero, es decir, con piernas para caminar, que ocurría todo en un estación de tren. No me enteré mucho de la historia, pues estaba en turco, pero sí me pareció un trabajo interesante y muy bien interpretado, con unas voces muy convincentes.

Más tarde, vimos el espectáculo de Christoph Bochdansky, de Austria, titulado "All about the World", en el Garajistanbul. Debo decir que disfruté mucho del mismo, pues siempre me impresionan los titiriteros que se atreven a enfrentarse al tema de la Creación, en mayúscula, proponiendo imágenes y un relato convincente a tan espinoso tema. Y la verdad es que cuando Bochdansky se presentó ante el público diciendo que él era el Universo, sólo cabían dos posibilidades: o te lo crees o no. Yo me lo creí -pues cada vez me gusta más disfrutar con la máxima ingenuidad de los espectáculos- y la verdad es que gracias a esta posición de partida disfruté mucho de la obra. Sobretodo al principio, cuando el Universo creador nos va mostrando las extrañas criaturas que surgen de la nada, o de sus rincones oscuros. Seres raros, medio grotescos y medio simpáticos, estrafalarios todos, y caprichosos. Muy hermosa la presentación y los movimientos

Christoph Bochdansky en un momento de su creación.
Luego la mitología que se inventa el ausríaco se complicó un poco, sobretodo con los dos cocodrilos que son los responsables de que haya sangre en el mundo. Pero aún así, yo disfruté hasta el final del espectáculo, sobretodo porque me picó la curiosidad de saber hasta donde es capaz de llegar un Universo en su pulsión creadora cuando es consciente de la misma. Un atrevimiento mayúsculo ante el que sólo puedo levantarme el sombrero con admiración y respeto.


Por cierto, ha sido una alegría encontrarme a mi mismo por la calle de Istiklal. Bueno, en realidad no era yo, sino una foto mía perteneciente a una exposición que se hace en este calle al aire libre con fotografías en blanco y negro de Mauro Foli. Un encontronazo que ha sido una alegría y motivo de reflexión.

Hoy lo he dedicado a pasear por la parte vieja de Estambul, lo que era antiguamente Constantinopla. Como siempre, me he dejado fascinar por esta ciudad  que parece reventar de vida y de energía.

Imagen del Gran Bazar



Business-niños de pelo en pecho, barba y bigote nos invitan al consumo.

La moda otomana se paseo cerca del Mercado de las Especies.