viernes, 11 de marzo de 2011

Días en Madrid: museos y la Pradillo.


(autómata de monos en el Museo Romántico)
Hacía tiempo que no pasaba días largos en Madrid y lo he aprovechado para regodearme visitando algunos museos secundarios que sin embargo me han maravillado. Me estoy refiriendo al Museo Romántico, al Museo Cerralbo y a la Fundación Lázaro Galdiano. Son museos pequeños que no pueden competir con los grandes de la capital pero que tienen en cambio el enorme atractivo de lo singular y de lo esmerado, muy bien pensados además para agasajar al visitante.
Se preguntará el lector qué tienen que ver estos museos con los títeres, centro temático de este blog, y les diré que poco y mucho. En realidad, en ninguno de ellos se exhibe marioneta alguna, aunque sí algún autómata y muchos cuadros, muebles y relojes. Pero lo importante es que nos hablan de Madrid con enfoques que permiten acercarnos a sus distintas épocas y que constituyen la suma del Madrid de hoy. Incluso el orden mecionado de los museos nos ofrece una diacronía respecto a las épocas de estudio: el romanticismo para empezar, la casa-museo de Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), XVII marqués de Cerralbo, aristócrata, miembro activo del partido carlista, coleccionista y arqueólogo, y finalmente, el museo situado en lo que fue también la casa de José Lázaro Galdiano (1862- 1947), financiero, mecenas, editor, bibliófilo y coleccionista de arte español. Como se ve, existe una sucesión temporal en la vida de los creadores de los dos últimos museos, y puede decirse que los tres nos ilustran en profundidad sobre la historia madrileña y española de todo el siglo XIX hasta los inicios del XX. Una época clave para entender el Madrid histórico y más reciente de los títeres.
(una de las salas del Museo Cerralbo)
De los tres, me quedo sobretodo con los dos primeros, simplemente por haber respetado sus interiores palaciegos así como parte del mobiliario, aunque a veces éste proceda de otros lugares. La casa de Lázaro Galdiano ha sido en cambio completamente remodelada para convertirse en “museo de verdad”, es decir, sin acumulación de obras y con un criterio de exposición digamos “museístico moderno”. Supongo que la razón es la importancia de algunas de las piezas recogidas por este extraordinario coleccionista, con varios Goyas, un par de Boscos, Zurbaranes, Grecos y otras pinturas y objetos de altísimo valor. Pero a pesar de ello, me quedo con la menos “museística” versión de los dos primeros, sobretodo con la casa del Marqués de Cerralbo, cuyo piso superior se ha dejado tal como lo dejó Don Enrique de Aguilera, y que tanto nos dice de su época. La acumulación aquí es total y absoluta, para muchos seguramente exagerada, no para mi, pues me encantan estos museos estrafalarios y anodinos. Todas las habitaciones del piso superior de la casa Cerralbo son una maravilla y lo sorprendente es que entre tantos artilugios, armas, relojes, muebles, esculturas y objetos de todo tipo, no haya ninguna marioneta. Los relojes funcionan todos y es emocionante esperar que dén las horas, pues de pronto todo el museo se pone a sonar con timbres y ritmos insospechados y a cuál más diferente y original. Los mismos empleados del museo, amables y educados, parecen estar impregnados del encanto del lugar y sorprende su solícita actitud, muy inclinados a responder a cuantas preguntas se nos ocurra hacer.

(biombo, Museo Romántico)
El Museo Romántico, situado en el número 13 de la calle San Mateo, ocupa un precioso edificio construído en 1776 por el arquitecto Manuel Rodríguez. Su fundador fue Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), quién cedió una importante colección de cuadros, muebles y objetos de su propiedad, anticipo de lo que sería el futuro museo. En seguida se le añadieron otras colecciones, como los dos cuadros de Alenza donados por el Marqués de Cerralbo u objetos pertenecientes a grandes literatos como Mariano José de Larra, José de Zorrilla, o Juan Ramón Jiménez. Interesante saber que intelectuales de la talla de José Ortega y Gasset, Francisco Sánchez Cantón o el Marqués de Lozoya tuvieron un gran interés en el mismo. Igualmente, durante la Guerra Civil fue su director Rafael Albertí. Lo bueno del museo es que siempre quiso enfatizar su condición de Casa-Museo, lo que lo hace hoy tan interesante. A subrayar que la reciente restauración que ha sufrido (estuvo cerrado de 2001 a 2009) no parece haber menguado su interés, como tantas veces sucede cuando se modernizan este tipo de museos antiguos.

(detalle del biombo del Museo Romántico)

Del Museo Romántico todo es destacable, pero para el interesado en el tema titiritero, le recomendaría visitar la sala de juguetes, con algunos autómatas y distintas figuras para el recreo infantil; una maqueta del museo visto desde fuera y por cuyas ventanas pueden verse los interiores con curiosas animaciones resueltas visualmente con proyección de video en cristales invisibles; y, por último, un extraordinario biombo decorado con transparencias animadas manualmente por detrás.

Visita a la Sala Pradillo y al “Circo Submarino” de Onírica Mecánica.

(Juan Muñoz en la Sala Pradillo)
Conozco a Juan Muñoz, fundador de La tartana y director de la Sala Pradillo, desde el año 1977. Fuímos colegas en la Coordinadora de Salas Alternativas cuando el Teatro Malic existía, y desde entonces guardamos una buena amistad. En 2009, sin ir más lejos, presenté en la Pradillo la versión castellana de mi libro “Malic, la Aventura de los Títeres”. Se entiende que al venir a Madrid, intente ver qué se cuece por la Pradillo y charlar de paso un rato con Juan Muñoz.
Supe así de la realidad actual de las Salas Alternativas en Madrid, a muchas leguas de cómo estaban hace lustros (en una época entonces de difíciles supervivencias) pero aún así no desprovistas de problemas, como es propio que ocurra en este tipo de negocios poco dados al beneficio económico. Desde el punto de vista artístico, La Pradillo se ha centrado últimamente en la danza y en el teatro de marionetas, con una excelente política de nuevas producciones de la compañía La Tartana. Vi uno de sus últimos espectáculos en Barcelona hace un par de años y me he quedado con las ganas de conocer su última obra, “Monstruos en la Maleta”. Lo que sí pude ver es una representación de “Circo Submarino” de la madrilena compañía Onírica Mecánica, programada dentro del Festival Teatralia precisamente en La Pradillo.

(imagen de la escenografía de Circo Submarino)
La interesante propuesta, escrita, dirigida e interpretada por Jesús Nieto al que le acompaña en el escenario Sergio García, destaca por la rica escenografía construída por el colectivo Ferroluar, del que vi unos magníficos trabajos en la misma Sala Pradillo hace un par de años (ver artículo). Los catalanes Raúl Martínez y Tony Martínez, artífices de Ferroluar, han creado para Onírica Mecánica una singular pista de circo para una época “post-civilizada” de la humanidad. En él se muestran los ejemplares decadentes de una especie, la nuestra, que ha sucumbida arrastrada por las ansias ciegas de velocidad, por sus desmesuradas ambiciones y por una insensibilidad y cerrazón que culminan en el número extraordinario del “hombre hielo”: tanta frialdad había en su corazón, que acabó envuelto en un bloque de hielo.
La escenografía recrea un mundo frío y mecanizado habitable sólo por personajes tales como “la mujer Nada” encarnada en una piedra, por malabaristas de palabras, ladrones de aire, hombres pulga o el ya citado “hombre hielo”. Un teatro de objetos muy bien tratado por Jesús Nieto, buen conocedor de este tipo de lenguaje, y del que su compañía hace un uso excelente. El texto, trufado de intervenciones que quieren denunciar el vacío de nuestra existencia, nos traslada a un espacio apocalíptico y submarino, allí dónde yace sepultada la extinguida civilización humana. El público, que llenaba a rebosar la sala, aplaudió con fuerza al acabar la función y se llevó de recuerdo un trozo del verdadero y gélido bloque de hielo que envolvía a uno de los personajes, al que Sergio García liberó a golpes de martillo y cincel en uno de los momentos más bellos de la obra.

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