miércoles, 5 de enero de 2011

"Más vidas que un gato" de Eugenio Navarro

Ya dije en una anterior entrada que Barcelona se está convirtiendo de nuevo, tras años de dejar de serlo, en una capital titiritera a tener en cuenta. Y lo es básicamente por las creaciones que en ella se realizan, a cargo de titiriteros noveles en unos casos, y de los veteranos en otros.

Y es que toca hablar hoy del último espectáculo creado por el dueño, alma mater y titiritero residente de La Puntual Eugenio Navarro, en conjunción con el también titiritero y reconocido constructor de títeres Martí Doy (afinadísimo, como siempre, en su labor). Su título, "Más vidas que un gato", hace directa referencia a la temática de la obra que no es otra que la lucha por la vida y contra la muerte. Una lucha que los títeres tienen ganada, como es bien sabido, y que los titiriteros no tanto, motivo por el que éstos intentan identificarse con sus héroes de madera, para ver si así consiguen algo de su inmortalidad.

Eugenio Navarro ha conseguido crear con este montaje para un único manipulador -él mismo- y con técnica de guante sobre mesa -su primera experiencia en ella-, una obra hecha a su medida exacta y precisa. Ha contado para ello con la inestimable ayuda de Martí Doy, autor de los títeres, como se ha dicho, y responsable de la dirección escénica. Y no podía ser de otra forma con el personaje de Rinaldo como protagonista, conocido alter ego del titiritero que ya en anteriores espectáculos sacó a relucir en títulos como Trinoceria, Zespión y Caramante.

Rinaldo se ha convertido, especialmente en esta última entrega, en un personaje muy cercano a su autor, una especie de doble con el que dialoga y con el que se siente muy a gusto. La razón es que comparten parecidas actitudes vitales, con opiniones que el títere se permite llevar a sus extremos. Tras ocupar papeles secundarios en el reparto de la compañía de títeres La Fanfarra (mayordomo, presentador, guardián de torres y princesas, y hasta comadrona), Rinaldo se permitió siempre estallidos de euforia e improvisaciones cuando salía al escenario, sorprendiendo al público y a su propio manipulador. Fruto de estas improvisaciones, surgió la personalidad del actual Rinaldo, que Eugenio ha ido refinando con los años hasta llegar a esta última entrega, en la que el personaje alcanza su más lograda quintaesencia.

Lo bueno del espectáculo de Eugenio es que sin salirse del personaje y desde una fidelidad absoluta a su filosofía de vida, los temas clásicos del titiritismo universal se suceden con graciosa y aplomado armonía: una historia de amor mundana y única, la llegada del baby y su educación, la relación con el cónyugue tras el paso de los años, y el enfrentamiento con la inevitable Muerte. Todo lo resuelve Eugenio, quiero decir Rinaldo, aplicando las leyes del mínimo esfuerzo y del más elemental sentido común, pero sin perder el gusto y la ilusión por la vida y los placeres especialmente mundanos. Tal es el secreto de esta obra que equipara a los títeres con los gatos, en cuanto seres que disponen de, como mínimo, siete vidas. ¿Cuántas vidas tiene un títere? Por de pronto, tantas como espectáculos protagoniza. Y eso sin contar los años de estar en el baúl y, si hay suerte, de permanecer expuesto en algún museo. Lo que sumado da ya unas cuantas vidas.

Ante estas realidades ontológicas relativas al tiempo, se entiende que el titiritero quiera aproximarse al máximo a sus criaturas, especialmente a las que se saben mimadas por el guión, el público y el propio titiritero. Rinaldo indica entonces el camino a Eugenio y a los mismos espectadores, los cuales pueden vivir, a través de la representación, la catarsis de enfrentarse al tiempo y a la muerte desde la humildad que proporciona el teatro de títeres.

Creo que Eugenio ha conseguido con "Más vidas que un gato" un espectáculo precioso y refinado, profundamente filosófico y técnicamente sencillo, en el que la ingenuidad del personaje va pareja a su desparpajo y a su humilde genialidad. Un espectáculo hecho a su medida y que, tras el obligatorio rodaje, será como llevar un guante para su único manipulador. Suerte, pues, y muchas vidas para Rinaldo y sus autores.

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